Victorias para el trabajador

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Por Tracie McMillan 

Rancho Moderno  • Invierno 2016

Traducción de CIW
Artículo en Inglés aquí

Al mudarse Julia de la Cruz a los Estados Unidos en el 2006 ella llegó a trabajar al campo al igual que muchos migrantes lo hacen. Ella escogió llegar a la Florida debido a las largas temporadas y abundantes oportunidades de encontrar trabajo, así fue como empezó a trabajar piscando tomates a las afueras de un pueblito llamado Immokalee.

Immokalee es reconocido por las abusivas condiciones para sus trabajadores, tal como lo expuso al público el documental Harvest of Shame del 1960 con Edward R. Murrow. Según la profesora de relaciones laborales de la Universidad de Rutgers Janice Fine, incluso en los años 80 “era lo más parecido al infierno que existía en la tierra.” Nadie se hubiese esperado que este Immokalee fuera a producir una solución para la contradicción en la agricultura de querer producir comida barata sin maltratar a los trabajadores agrícolas. Sin embargo, esto es exactamente lo que hicieron los trabajadores piscadores de tomate de Immokalee.

El Immokalee que le dio la bienvenida era “un lugar media loco” según Julia de la Cruz. A principios de los 2000s, el gobierno federal había cerrado 12 casos de esclavitud moderna en los campos del suroeste de la Florida. De acuerdo al Departamento de Estado, la esclavitud moderna incluye el trabajo forzado o traficado. Aun así, los trabajadores que no habían sido esclavizados enfrentaban condiciones extremas. Al no tener baños en el lugar de trabajo tenían que hacer sus necesidades en el campo. Las mujeres eran víctimas del acoso sexual de parte de los supervisores. No les ofrecían sombras para descansar del ardiente sol de la Florida. El problema más común eran los sueldos ilegalmente bajos.

Por cada cubeta de 32 libras recogidas Julia de la Cruz nada más ganaba 40 centavos, la misma cantidad que se pagaba por cubeta en 1980. La mayoría de las mañanas ella estaría montándose en un bus a partir de las 6 am, sus amigas que tenían niños se paraban a las 4 am para dejarlos con sus niñeras alrededor de las 5. Era frecuente que los trabajadores pasaban horas esperando que seque la cosecha sin que les pagaran, y no era fuera de lo común que llegaran a casa después del oscurecer. Algunas semanas si se le pagaba justamente a de la Cruz, otras semanas no. Ya que no habían registros formales de las horas trabajadas, era la palabra del trabajador contra la del contratista.

Los trabajadores piscadores de tomate de Immokalee se empezaron a mobilizar a mediados de los años 90s bajo la bandera de la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW), organizando marchas y paros laborales. Según el co-fundador Lucas Benitez, a veces los trabajadores llegaban a la casa del supervisor para demandar que se les pagara. Sin embargo, la industria no cambiaba. Los rancheros (es decir, las compañías dueñas de los campos) decían que no podían hacer nada al respeto porque los grandes supermercados y cadenas de restaurantes a los que surten nunca pagarían un precio más alto.

En el 2001 la CIW se enteró de que Taco Bell había firmado un contrato con uno de los rancheros. Allí se les prendió el bombillo: son los compradores y no los rancheros quienes verdaderamente tienen el poder. ¿Sería que podrían convencer a Taco Bell que los trabajadores merecen mejores condiciones laborales?

La Coalición se junto con un grupo de estudiantes de la Universidad de Florida con los que ya habían trabajado anteriormente. Los estudiantes universitarios son uno de los mercados más importantes para Taco Bell y la compañía tiene una tienda que se mantiene muy ocupada dentro de la universidad. Puede que los dueños de Taco Bell no les importe la voz de los trabajadores, pero si le harían caso a sus clientes más preciados. La Campaña por Comida Justa buscó una formula bien simple que los consumidores universitarios pudiesen apoyar: un centavo más por libra. Si las compañías estuviesen de acuerdo de pagar ese pequeño bono al sueldo del trabajador, sería un aumento del 80% en sus sueldos.

La Coalición empezó a identificar a las compañías que querían que participar uno por uno y paso a paso fueron contando las victorias. La primera campaña en contra de Taco Bell inspiró a más de 300 universidades, 50 preparatorios, y el Consejo Nacional de las Iglesias (representando a 50 millones de cristianos) a no hacer negocios con Taco Bell hasta que respondieran al llamado de la Coalición a pagar un centavo más por libra. En el 2005, Taco Bell y su compañía de Yum Brands firmó el acuerdo. Dos años después, Mc Donald’s hizo lo mismo seguido por Burger King, Subway, y Whole Foods para el 2008. No era hasta el 2010 que las presiones de mercado fueron suficientemente fuertes para persuadir a la asociación de rancheros de tomate de la Florida a que participaran en lo que la CIW llamó el Programa por Comida Justa. El Programa no solo incluye el centavo más por libra, pero también las mejores en las condiciones en las que se trabaja en el campo de acuerdo a un Código de Conducta aprobado por la CIW y la organización de monitoreo, el Consejo por Comida Justa (FFSC).

El Consejo opera más o menos como en departamento de labor, salud, y seguridad todo en uno y también se asegura de educar a los trabajadores en los campos sobre sus derechos, derechos que van más allá de lo que procura la ley. A los trabajadores se les tiene que contratar directamente al rancho y a través de un contratista; no pueden ser despedidos por quejarse por sus condiciones; si los supervisores agreden al trabajador física o sexualmente se les puede despedir. Se espera que los rancheros van a permitir una inspección sorpresa y que implementen registros electrónicos. Deben pagarle a los piscadores de tomate por el tiempo que se espero antes de trabajar, y se les debe proveer con agua para tomar y sombra para descansar. El Consejo también coordina auditorías anuales de rancheros participantes. Los ranchos que no cumplen con las soluciones de problemas identificados no pueden venderle a las corporaciones que participan en el programa.

“La lógica del programa es muy inteligente” dice la experta Fina. “Crea un incentivo para hacer lo correcto y una consecuencia si no lo haces.”

El firmar el acuerdo le ha dado a Jon Esformes, dueño de Sunripe Tomato Brands confianza de que se compañía si tiene la habilidad de ser buen lugar de trabajo. Esformes sigue las regulaciones de la ley tanto como las del Programa por Comida Justa. “Cuando el tema es el de la seguridad, dignidad, y derechos humanos de las personas, estamos hablando de cosas no negociables.”

Las compañías que le compran tomates a Esformes y otros ranchos en el programa aprecian los conocimientos de la Coalición. Matt Rogers de Whole Foods comentó que: “Una organización independiente que garantiza la transparencia nos ayuda a surtir nuestros productos porque asegura que es cosechado responsablemente y el costo puede ser nominal.”

La Coalición logró sus éxitos más grandes cuando dos de los supermercados más grandes del mundo, Walmart y Ahold, se unieron al programa en el 2014 y en el 2015, garantizando que habrán mejores sueldes para 30,000 trabajadores en los campos. (La CIW estará expandiendo el programa a seis nuevos estados.) Hasta hoy día, alrededor de $20 millones ha sido recolectado en bonos pagados a través del Programa por Comida Justa. Las campañas actuales están buscando que el supermercado de Publix y la cadena de Wendy’s se unan al programa.

El Programa por Comida Justa sigue expandiendo. El año pasado se introdujo la etiqueta de Comida Justa, que permitirá que el consumidor sepa si su tomate ha sido piscado en condiciones justas. La Coalición está buscando expandir el prorgrama al chile para esta temporada. Mientras tanto, la organización está colaborando con trabajadores de Vermont para construir una iniciativa parecida al Programa por Comida Justa para los trabajadores que producen leche, compartiendo su modelo de “responsabilidad social liderada por los trabajadores.” La CIW ha compartido su estrategia con activistas de Ghana, Brazil e India y ha discutido sobre campañas hechas en Marruecos y Chile contra los rancheros; hasta a conversado con trabajadores agrícolas en Baja California.

“Realmente es un avance inmenso para miles de trabajadores,” dijo Benitez. “Tiene grandes implicaciones.” De la Cruz también expresa su gratitud por las victorias más pequeñas. El aumento de los sueldos con los bonos es excelente, asimismo la vida de trabajo se ha convertido menos pesada para ella y sus compañeras. “Ahora mis amigas con niños pueden llevarlos a la escuela ellas mismas y después ir al trabajo. Es algo muy lindo.”

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